jueves, 27 de marzo de 2025

LORENZO SILVA: ❝Mi trabajo como novelista está en la estela de Cervantes❞

Rubén Bevilacqua y Virginia Chamorro siguen dando alegrías a los lectores. Se cumplen ahora treinta años desde la publicación de El lejano país de los estantes y, aunque Vila tiene ya unos añitos, Lorenzo Silva, el artífice de esta pareja literaria de guardias civiles, tiene claro que a estos dos todavía les queda mucho camino por recorrer. 

A Vila y a Chamorro los hemos visto actuar en diferentes localizaciones nacionales e internacionales, siempre tras la pista del criminal que haya perpetrado el asesinato de turno. En esta ocasión, se quedan en territorio patrio, moviéndose entre Extremadura y Toledo. Y es que, en esta nueva novela, Las fuerzas contrariasnos encontramos dos líneas argumentales. Por un lado, una investigación que se desarrolla en Badajoz sobre la desaparición de Esperanza Gil y el cerco al supuesto sospechoso. De este asunto se ocupará Arnau, un compañero del equipo. Por otro lado, la muerte de una anciana en un edificio del pueblo de Illescas. Al principio piensan que esa muerte es por Covid pero una serie de circunstancias inclinan la balanza hacia un asesinato.

La idea para esta novela parte de un dato curioso. A Lorenzo Silva le contaron que, durante la época más dura de la pandemia y el coronavirus, si se daba aviso a la policía del fallecimiento de alguna persona en su domicilio, comunicaban el óbito al médico forense para que certificara la muerte. La cosa es que, algunos médicos, y ante el temor del contagio, si no existían evidencias de signos de violencia que hubieran podido provocar el fallecimiento de la persona, ni siquiera acudían al domicilio e inspeccionaban el cuerpo sino que, desde el mismo portal, firmaban la defunción por coronavirus. Esta singular actuación da que pensar. ¿Y si resulta que la persona en cuestión murió por asfixia? ¿Y si alguien, aprovechando la coyuntura, cometía un asesinato que quedó camuflado como muerte por Covid? Esta es la premisa de la que parte la novela. De esto y de muchos asuntos más conversé con Lorenzo Silva la semana pasada. Os dejo con la conversación.

Marisa G.- Lorenzo, un placer tenerte en Sevilla y volverte a ver. 

Lorenzo S.- Lo mismo digo.

M.G.- Empecé a leer tu  novela. Voy por la página doscientas y me la estoy bebiendo.

L.S.- Me alegro. Para eso son.

M.G.- Creo que estamos en la entrega número ¿doce o catorce?

L.S.- Duodécima novela pero hay dos libros de relatos más, así que este sería el decimocuarto catorce.

M.G.- Tengo que confesarte que soy un poco reticente a la hora de enfrentarme a sagas. Porque no tengo paciencia y no por otra cosa. Pero estamos hablando de una serie de tiene muchas entregas y admiro a esos autores que, como tú, son capaces de mantener esa atención de los lectores a lo largo de los años. Son 30 años ya.

L.S.- Treinta años y cinco mil páginas.

M.G.- ¿Y eso cómo se consigue?

L.S.- Pues fíjate, cuando empecé no sabía que iba a ser una serie. Pero escribí una segunda y empecé a pensar que esto podría tener continuidad pero me planteé como una media docena, sin pasar de ahí. Pero llegué a la media docena, escribí la séptima y después de la séptima pensé que estos personajes estaban vivos y que podría continuar. A partir de ahí me pregunté cómo yo mismo podría sobrevivir a algo tan largo. Decidí convertir esta serie y a estos personajes en una especie de lugar donde vivir, al que vuelvo de vez en cuando y que, al igual que ocurre con tu casa, la tienes que mantener habitable, la tienes que reacondicionar, cambiando muebles de sitio. Lo que sí tuve claro en ese momento fue que no podía escribir catorce veces la misma novela, que tenía que cambiar. Por eso hay novelas en las que volvemos al pasado del personaje, o novelas en las que los envío a sitios tan excéntricos y distintos como Afganistán, o novelas en las que, por ejemplo, Vila y Chamorro no están juntos. De hecho, hay una novela en la que a Chamorro le pegan un tiro al principio de la trama y ellos van a mantener una relación como a distancia. Intento siempre buscar un argumento nuevo, una forma nueva de contar y de acercarme a estos personajes. La ventaja que tengo es que los conozco muy bien. Les tengo mucho cariño y uno siempre quiere volver con la gente a la que le tiene cariño. Creo que eso se transfiere al lector. Si los lectores vuelven a la serie es porque les tienen cariño y no porque la novela les vaya a deslumbrar, a asombrar, a descolocar. No hay deslumbramiento que aguante treinta años. Si tú estás con una persona treinta años no es porque te sigue deslumbrando cada mañana, sino porque habéis desarrollado esa forma de afecto, de familiaridad, de estar a gusto, de estar en un lugar en el que uno quiere estar y al que quiere volver.

M.G.- Las fuerzas contrarias arranca en el momento en el que el presidente del Gobierno anuncia que va a decretar el estado de alarma. Es una novela que se engloba dentro de la pandemia y del confinamiento. Si te soy sincera, cuando vivimos aquella mala experiencia, pensé que iba a haber un boom de novelas enclavadas en la pandemia. Me ha sorprendido que, al final, no haya tantas.

L.S.- En libros y ficción audiovisual, prácticamente nada. El cine o la televisión le han dado la espalda completamente. A mí no me sorprende. No es la primera vez que escribo sobre este tema. Cuando me planteo cómo escribir y acercarme a este asunto, tengo que ser consciente de que para mucha gente es un recuerdo amargo, un recuerdo tenebroso, incluso. El ser humano no quiere volver a lo amargo ni a lo tenebroso, más bien prefiere eludirlo o sortearlo. Quizá sea esa la razón por la que se indaga poco en este episodio. En el caso de la serie de Bevilacqua, que desde hace treinta años tiene como cierta vocación, notarial si quieres, de levantar acta de lo que va sucediendo en la sociedad española, ¿cómo iba a evitar este episodio? No podía hacerlo. La novela anterior acaba en la Navidad del año 2019, por tanto, esta tenía que situarse en la primavera del año 2020. No me podía saltar la pandemia. Tenía que haber dado un salto de año y medio para llegar a cierta normalidad. Pero estoy había que contarlo a través de Bevilacqua y Chamorro. Lo que pensé fue que, sin escamotearle al lector el recuerdo de todo eso que ninguno queremos recordar, era una ocasión para escribir sobre la pandemia y atestiguar, de alguna forma, todo lo que no fue tan terrible, todo lo que en cierto modo nos permitió afrontar esa adversidad y superarla en la medida en que la hayamos superado. Es decir,  escribir sobre la gente que estuvo en su lugar, la gente que hizo lo que debía, la gente que se sacrificó, la gente que se expuso, la gente que puso interés en cuidar a los que estaban siendo descuidados. Todo eso también es la pandemia. Todo eso también es parte de lo que vivimos. Además, hay otra dimensión que también está en la novela, la de esos personajes que viven solos, que acaban encontrándose, no sólo con su propia soledad, sino con esa soledad que comparten, ese vínculo que tienen desde hace treinta años. Eso fue una cosa buena que trajo la pandemia y estos personajes, como hicimos todos, recapacitan sobre quiénes son, dónde están, qué hacen, por qué lo hacen, a dónde van, qué tiene sentido de lo que eres,... También revisan sus prioridades en la vida, como hicimos todos. Y ese ejercicio siempre es bueno. Hombre, es mejor que no te lo desencadene un acontecimiento tan traumático pero, ya que estás ahí... No creo que saliéramos mejor como sociedad pero sí tuvimos la oportunidad de, como individuos, mejorar algo. Luego cada uno lo aprovechó en la medida de sus posibilidades, de su carácter o de su disposición. Pero todos tuvimos esa oportunidad de mejorar individualmente y de no ir tan atolondrados por la vida.

M.G.- Creo que esa asignatura de mejorar y de convertirnos en mejores personas la suspendimos, a pesar de las expectativas que teníamos de ser más humanos.

L.S.- No, no. Eso, con  carácter general, la historia lo cuenta una y otra vez. No es la primera vez que hay una pandemia. Ha habido muchas y en todas ocurre lo mismo. En el momento del miedo, todo el mundo intenta volverse a la virtud, a los valores y tal pero, cuando el miedo desaparece, regresamos de nuevo a los vicios. Eso es lo que dice, no recuerdo bien si Procopio de Cesarea sobre la peste de Bizancio o Tucídides sobre la peste de Atenas. Uno de los dos dice que cuando desapareció el miedo se volvió al vicio con más intensidad. Creo que es Procopio el que lo dice.

M.G.- Lo has comentado en otras entrevistas. La idea de la que parte la novela fue algo que te contó alguien, algo muy significativo y que te hace pensar si realmente todas aquellas muertes por Covid, realmente fueron muertes que provocó el virus.

L.S.- Recientemente hemos sabido que una desaparición que se denunció como tal en Canarias, en realidad, fue un asesinato. Su marido la asesinó, la descuartizó y fue regando con los trocitos de su cuerpo todo el barrio, de camino al supermercado. Y lo denunció como desaparición. Es decir, aprovechó ese escenario en el que todo el mundo estaba desbordado, en el que había un montón de muertos y demás para para cometer un crimen. Esa circunstancia es una circunstancia real. Es decir, en el momento más duro del confinamiento aparecían muchos cadáveres al día. En Madrid hubo días que aparecieron quinientos cadáveres. A veces, aparecían en sus casas. Al encontrarlos, la policía llamaba al médico y algunos certificaban las muertes desde el portal, por miedo al contagio y porque, si el cadáver no presentaba signos de violencia, lo más probable es que hubiera muerto por Covid. Pero esta circunstancia da oportunidad a quien tenga una mala idea de que, en medio de ese trastorno y en esa alteración tan sensacional de la normalidad, un crimen pase inadvertido. Es perfectamente posible que alguien tuviera una mala idea y que la pusiera en práctica. No sé en cuántos casos porque eso no lo sabremos nunca.

M.G.- Cuando estuviste aquí, en Sevilla, junto con Noemí Trujillo para promocionar La forja de una rebelde, que también sucede en el confinamiento, ya comentamos que hubo muchos crímenes ventajistas que se produjeron en pandemia. Fue una época en la que todo el mundo estaba encerrado y eso podía  hacer pensar que los delitos iban a reducirse. Sin embargo, sí aumentaron las adicciones, la venta y el consumo de drogas, los delitos cibernéticos,...

L.S.- Sí, sí. Las malas ideas nunca descansan. Esa situación también generó oportunidades y hay gente que esas oportunidades las aprovechó. Todos éramos más vulnerables. Todo lo que hacíamos lo teníamos que hacer por Internet. Es decir, al final, se creaban nuevas oportunidades. Y luego, está claro que, durante ese tiempo, mucha gente se vio forzada a una convivencia de semanas. Seguramente se multiplicaron los delitos de violencia de género, la violencia intrafamiliar, más allá de lo que dicen las denuncias porque no se podía denunciar como sí se puede en condiciones normales.


[Si prefieres escuchar nuestra conversación, clic en el vídeo]


M.G.- Centrándonos en la historia que recoge la novela, recuerdo que empecé a leer y lo primero que me vino a la mente fue la madre de Vila. Estamos en un momento complicado. 

L.S.- Y él también es de la primera que se acuerda.

M.G.- Hijos y padres separados, con el temor a que los mayores se contagien. Le pasa a Chamorro también. Dentro de las situaciones propias de un entorno laboral, a la investigación criminal se unen esas preocupaciones personales, el temor a que tus familiares más vulnerables se contagien.

L.S.- Todos teníamos ese temor. Vivíamos con eso y además con la incapacidad de no poder hacer otra que llamarlos por la mañana y por la tarde, hacerles una videollamada. No podías darle ningún calor al que lo necesitaba, a quien tú tenías todo el deseo de dárselo. Al inicio de esa época empezó a quedar pronto claro que las personas mayores eran más vulnerables y eso casi te preocupaba más que caer tú enfermo. El miedo a tu propia enfermedad es un miedo bastante conjurable porque tú sabes si estás mal o no, pero el miedo a la enfermedad ajena es mucho más angustioso porque está fuera de tu control.

M.G.- En la novela encontramos muchas referencias al Quijote. Parte de la trama se desarrolla en Illescas, una localidad cercana a otro municipio vinculado con Cervantes. El Quijote es una sombra que planea por la novela.

L.S.- Es una sombra que planeta por toda la serie. Nunca lo he ocultado. Don Quijote y Sancho Panza se echan a los caminos y duermen en las ventas. Bevilacqua y Chamorro se echan a las autovías y paran en las áreas de servicio. Son dos practicantes de la andante caballería del siglo XXI. 

Mi trabajo como novelista, como el de cualquier novelista español, está en la estela de Cervantes. O de cualquier novelista que escriba en español, por ampliarlo un poco más. Incluso como novelista que se acerca a la ficción criminal en español es todavía más insoslayable la presencia de Cervantes. Antes lo comentaba en otra entrevista que tanto en El Quijote, en el episodio de los galeotes, como en las Novelas ejemplares, ya sea Rinconete y Cortadillo, El casamiento engañoso o La fuerza de la sangre, está muy presente el mundo de la criminalidad de su época. Se puede ver en el episodio de los galeotes, lo bien que él conoce a los criminales y ese conocimiento lo adquirió aquí al lado, en ese edificio que estamos viendo, donde pasó un rato largo [se refiere al edificio de la Cárcel Real de Sevilla, que se ubica cerca del ayuntamiento y que hoy, obviamente, tiene otra finalidad] .

M.G.- Cierto. Ahí estuvo. Bueno, y marca también de la casa, Lorenzo, no es sólo escribir una trama criminal, sino ir intercalando, a través de los pensamientos de Vila o de las conversaciones con Chamorro, reflexiones sobre la actualidad, sobre la realidad que vivimos. En este caso, y dado que la novela está ubicada en la pandemia, se habla mucho de la soledad o del sistema penitenciario. Hay un tema que me ha gustado mucho, porque creo que es otra asignatura pendiente, y más entre las generaciones más jóvenes, que es poner en valor a la gente mayor. Hoy somos lo que somos porque lo que ellos hicieron en su día. 

L.S.- Es evidente que la sociedad, desde antes de que lo escribiera Rousseau, se basa en un contrato, en un pacto social. Y una parte muy importante de ese pacto social es un pacto entre generaciones, un pacto que establece un principio de solidaridad entre unos y otros, entre los mayores y los más jóvenes, entre los que nos precedieron y entre los que nos han de seguir. Pero tengo la sensación de que, en buena medida, ese pacto está roto en España, está deteriorado, alterado. Hay realidades que no son normales, que son anómalas. Muchos jóvenes sienten que no tienen oportunidad y muchas personas mayores sienten que su esfuerzo, su trabajo y su sacrificio por los que vienen después, no es reconocido, ni valorado, ni atendido. Hay aspectos, más concretos y cuantitativos como, por ejemplo, que el salario medio inicial sea bastante más bajo que la pensión media inicial de los que acceden a la jubilación. Eso, para empezar, es que ni siquiera es sostenible aritméticamente. Y ese desequilibrio no lo estamos atendiendo, no lo estamos cuidando, no lo estamos solventando. Eso va distanciando y, a veces, oponiendo, incluso enemistando a los mayores contra los más jóvenes. Y este es el principio de la descomposición del pacto social y de una sociedad. Es decir, es un problema realmente grande.

Durante la pandemia, muchas personas mayores se sintieron solas, desatendidas, descuidadas. En la novela, la víctima de uno de los crímenes se llama Caridad, un nombre que, aparte de significar beneficencia, compasión y conmiseración, también significa amor y cuidado. Eso faltaba entre nosotros. Y también, la pandemia golpeó a los jóvenes que estaban en precario de una manera que no golpeó a un funcionario público de media edad. Estas situaciones golpean más a los más vulnerables y en aquel momento se puso de manifiesto muchos desequilibrios en nuestra sociedad. Por ejemplo, en la novela vemos una contraposición entre personas que tienen, más o menos, una cierta seguridad económica, de una cierta edad, y personas que viven la precariedad más absoluta, viviendo en pisos compartidos, con contratos eventuales o sin contratos, falsos autónomos. Una sociedad no puede funcionar así. Tenemos un montón de asignaturas pendientes con las que estamos conviviendo muy alegremente. Y por más que afloraran hace cinco años de manera tan cruda, tengo la sensación de que, como sociedad, hayamos tomado conciencia de la gravedad que tiene esto, la menos, a juzgar por las medidas que se han tomado para intentar revertir estos desequilibrios, medidas que son pocas o ninguna, que yo tenga conocimiento. 

M.G.- Y Lorenzo, yo que no me he leído la saga completa, me pregunto si a este Vila, honesto e íntegro, no se le conocen debilidades ni vicios.

L.S.- Sí, claro que sí. Es un hombre que ha aprendido el valor de la honestidad y el valor de la integridad, porque no siempre ha sido íntegro y porque no siempre ha sido completamente honesto. Y eso está en el relato de su vida. Creo que la virtud del que no está expuesto a ninguna tentación y la virtud del que no tiene ninguna oportunidad, pues tampoco tiene mucho valor. Vivir sometido a tentaciones, como vive alguien que tiene la vida de Bevilacqua, y con oportunidades para ser deshonesto es un aprendizaje vital. Es una decisión que tiene que ver con la inteligencia. Eso lo decía Wittgenstein, que cualquier pensamiento deshonesto es irracional, o cualquier comportamiento deshonesto es irracional. Lo racional no es ser deshonesto porque la deshonestidad no es una solución. Bevilacqua, no trae eso de fábrica y por eso ha cometido errores. La vida le ha enseñado que lo racional es comportarse honestamente. Además, en su caso, hay algo muy evidente. En su trabajo, si un agente de Policía judicial se salta las reglas y toma atajos se carga la investigación, se la carga legalmente. Es decir, le está dando una baza al abogado defensor del delincuente para exonerarlo. Así que, más allá de su integridad ética, si quiere hacer bien su trabajo, tiene que seguir los cauces legales y ser honesto en la investigación, incluso con el delincuente.

M.G.- No nos queda mucho tiempo pero todavía quisiera hacerte un par de preguntas. Vila y Chamorro siempre han tenido una relación afable, de respeto, de cordialidad, de compañerismo. En esta novela, en la que todos se sienten más vulnerables, parece que la crisis sanitaria les permite un acercamiento más personal y no tanto profesional. Esa situación hace que exista una conexión más personal e íntima entre los dos.

L.S.- Sí. Hay un concepto en la pandemia que es el de convivientes. Convivientes era la gente que vivía empadronada en el mismo sitio que tú. Con esa gente te podías quitar la mascarilla. Bueno, pues Bevilacqua y Chamorro, técnicamente, no tienen ningún conviviente. En su casa solo están empadronados ellos. En la casa de Bevilacqua sólo está empadronado Bevilacqua y en la casa de Chamorro sólo está empadronada Chamorro. Sin embargo, en el curso de la investigación y en el curso de esa soledad en la que viven cuando vuelven de trabajo, o de esa soledad compartía que viven cuando están trabajando juntos, porque hasta han fragmentado al equipo para no contagiarse entre ellos, en esa soledad descubren que ellos, aunque no en términos técnicos de la pandemia, también son convivientes. Son convivientes porque pasan la mayor parte del tiempo juntos y, además, ese roce, aunque sea profesional, ha traspasado los límites del trabajo para entrar en quienes son, en su ser más profundo. Probablemente nadie conoce a Chamorro con tanta profundidad como Bevilacqua y viceversa. Incluso hay un momento en el que se quitan la mascarilla y si cae uno, caen los dos porque, en cierto modo, son convivientes. Es una situación que no se podía producir en ninguna novela anterior de la serie. Esta coyuntura excepcional me ha servido para dar una vuelta de tuerca a su relación, que no podría haberle dado en otra, en otro contexto.

M.G.- Me llevaría más tiempo hablando contigo pero hay que acabar. Por último, quisiera plantearte algo. Vila ya tiene unos años. Chamorro es más joven. ¿Cabe la posibilidad de que Vila se jubile y continúes la serie únicamente con Chamorro?

L.S.- Bevilacqua se va a jubilar en ocho años porque en la ficción tiene cincuenta y siete años. Podría aguantar con una prórroga en la reserva hasta los sesenta y cinco. Puede que cambie la ley pero, si no cambia, en ocho años, es decir en 2028, a Bevilacqua lo pasaportan de la Guardia Civil. La ficción, como vemos en esta novela, va por el año 2020. Chamorro es más joven pero ya veremos. Cuando llegue a ese río ya veré qué puente hago para cruzarlo. Y no quiero destripar la novela pero sí diré que, en el desenlace, se va a producir un cambio sustancial en la situación de Bevilacqua y en la relación de los dos.

M.G.- Pues déjamelo ahí en el aire que tengo que terminarla. 

L.S.- Te lo dejo ahí pero en la siguiente novela ya estará en otra situación.

M.G.- ¡Ah! Lo dejas ahí. Pues la terminaré pronto. De momento, te digo que la estoy disfrutando mucho. Me la estoy bebiendo porque es muy entretenida. Es verdad que la pandemia nos remueve a todos por dentro pero es algo que hemos vivido y ya está. 

L.S.- Sí, lo tenemos que asimilar y lo tenemos que convertir en un aprendizaje, hasta donde cada uno sea capaz y tenga posibilidad de aprovecharlo. 

A raíz de la pandemia, he perdido a personas muy cercanas pero bueno, eso es la vida y la vida es así. Creo que cuando uno tiene una conmoción de este calibre, también tiene una cierta obligación de extraer algo que te sirva para construir tu camino futuro. Creo que, a nivel individual, bastantes personas lo han hecho. Yo he intentado hacerlo y no sé si lo he conseguido pero sí sé que hay personas que se han replanteado cosas importantes en sus vidas. Me sabe mal que colectivamente no lo hayamos hecho. Es decir, hace cinco años el mundo estaba hecho unos zorros y ahora está casi peor y en peores manos. Qué poco hemos sacado en claro de lo que vivimos.

M.G.- No hemos aprendido nada. Lo dejamos aquí. Lorenzo, un placer tenerte en Sevilla.

L.S.- Un placer. 

Sinopsis: Un caso único para Bevilacqua y Chamorro. Una de las sagas más exitosas de nuestro país que celebra tres décadas.

El subteniente Bevilacqua y la brigada Chamorro tendrán que enfrentarse a  no de los mayores retos de su carrera: el esclarecimiento simultáneo de dos muertes en el momento más crítico que ha vivido nuestra sociedad en las últimas décadas.

Dos casos que dejan huella en una novela que nos habla sobre cómo con ocasión de la pandemia se hacen sentir las fuerzas adversas a nuestro bien común, a nuestro futuro, a nuestra esperanza; unas fuerzas que vienen de más atrás y van más allá de la acción del virus.

Una narración que explora, a través del género negro y de la complicidad entre un hombre y una mujer que llevan media vida batallando juntos, esa conmoción colectiva tras la que nada, tampoco para ellos, volverá a ser igual.

La historia más íntima de Bevilacqua y Chamorro. Una doble investigación en tiempos oscuros que los unirá como nunca y marcará un giro en su relación.

 

viernes, 14 de marzo de 2025

OPERACIÓN LENA DE Macarena Zambrana

 

Editorial: Algaida Editores
Fecha publicación:enero, 2024
Precio: 21,95 €
Género: novela histórica
Nº Páginas:480
Encuadernación: Tapa dura
ISBN: 978-84-9189-881-8
[Disponible en eBook;
puedes empezar a leer aquí]


Autora

Macarena Zambrana nació en Sevilla en 1983. Es licenciada en Derecho por la Universidad de Sevilla, abogada en ejercicio, y apasionada de la lectura y de la escritura. Comenzó su incursión en las letras tras llevar a cabo una terapia narrativa. Operación Lena es su primera novela; una ficción histórica de dos mujeres cuyo nexo de unión es el hallazgo del abrigo que arropó a la mujer que cambió el rumbo de la Segunda Guerra Mundial.

Sinopsis

Sola y completamente rota tras la muerte de su madre, Ángela aterriza en Londres dispuesta a buscar ese punto de inflexión que cambie su visión pesimista de la vida. Blitz es el punto de partida de una historia que comienza con una chica derrotada. Un abrigo vintage y una nota remontará a Ángela a la Segunda Guerra Mundial, para conocer a una mujer fascinante... La mujer que dio nombre a una operación que cambió el rumbo de la historia.

[Información tomada directamente de la web de la editorial]


Vengo a rendir homenaje. Seguro que muchos ya sabéis que la rama de ficción de Algaida Editores ha desaparecido. En lo que a mí respecta, tengo mucho que agradecer a esta editorial. Fue la primera que me tendió la mano cuando me adentraba en este mundillo y, a lo largo de los años, he entablado amistad con algunos editores, jefes de prensa y comerciales. Por eso, y porque una de las últimas novelas que leí de esta editorial me gustó mucho (y todavía se puede conseguir en librerías) no quería dejar pasar la oportunidad de hablaros de Operación Lena.

Antes de entrar en materia, me gustaría daros algunos apuntes sobre la autora, Macarena Zambrana. Abogada de profesión, llegó al mundo de la literatura por necesidad, buscando una terapia. Ella misma lo cuenta en la entrevista que pude hacerle (y que puedes leer aquí). Macarena perdió a una hija hace unos cuantos años. Buscando salir de aquella situación tan dolorosa encontró en la escritura un refugio donde liberaba sus emociones. Fue así como empezó a unir letras, aunque su pasión por la escritura y la lectura ya venía de antes. A veces la vida te pone en una terrible tesitura, una experiencia amarga, de la que también se puede extraer algo positivo.

Ahora sí, hablemos de la novela. Operación Lena se vertebra en dos líneas temporales. Por un lado, lo que sería el presente de la novela (año 2015), vamos a conocer a Ángela, una mujer a la que no le gusta llamar la atención. Por otro lado, la autora nos hará viajar hasta el año 1944. Estamos en plena Segunda Guerra Mundial. Estamos en Auschwitz. Esta parte de la historia está protagonizada por Lena. Pero vayamos por parte.

Ángela

La acción de la novela se inicia con este personaje, de treinta y cinco años de edad, a bordo de un avión. Nerviosa, arrastrando miedos y complejos, Ángela huye del dolor. Está rota por dentro y se siente totalmente desubicada«No sabes lo jodidamente difícil que es vivir sintiendo que vas sin rumbo. No es que no tenga valor para tomar decisiones, es que simplemente no sé qué tengo que hacer con mi vida», le dirá a Beatriz Santandreu, psicóloga de profesión, pero también antigua compañera de pupitre. El avión que ha tomado Ángela tiene como destino la ciudad de Londres. Viaja sola, aunque no del todo. Le acompaña un libro, No digas que fue un sueño de Terence Moix, y entre las páginas de la novela, una fotografía.

«Se trataba de una mujer embarazada, vestía un jersey rojo de cuello vuelto y estaba de pie, delante de una ventana dando la mano a una niña de unos seis años». [pág. 11]

Ángela porta sobre su espalda un enorme peso. Su madre acaba de fallecer y ella, que invirtió tanto tiempo de su vida en sus cuidados, se siente ahora totalmente perdida. Y es que, cuando una se ha dedicado tanto tiempo a hacer lo mismo y, de repente, su foco de atención desaparece, todo se le hace un mundo y no atina a imaginar cómo será su vida a partir de ahora.

La relación entre madre e hija nunca fue fácil. A la sombra de un padre ausente y del que no se podía ni hablar, se unió la personalidad de una progenitora dominante y exigente. Fría y distante, «mi madre nunca nos hizo felices porque ella no lo era», llegará a confesar. A Ángela no le quedó más remedio que quedarse a su lado, cuando la madre enfermó. Máxime cuando su hermana decidió marcharse y huir de una familia donde la palabra amor no se materializaba jamás. Pero han sido años tratando a su madre, cuidándola y ahora que no está, Ángela siente que no tiene un objetivo en la vida. Animada por su amiga Beatriz, emprenderá un viaje a Londres con una misión, encontrarse a sí misma, aprender a escucharse y despertar de nuevo la ilusión.  

«Quiero que compres un billete de ida sin fecha de regreso. Vete con poca ropa. Una vez allí, déjate llevar por los días, la gente, el viento y la vida. Deja que las energías te empujen, disfruta de ti y del inmenso placer de conocerte». [pág. 16]

En la ciudad del Támesis, se alojará en el barrio de Candem Town, el más alternativo de Londres. Allí conocerá a varias personas, como Irune, con la que entablará una relación muy intensa porque ambas se complementarán

«Irune y Ángela eran muy diferentes, sin embargo, juntas hacían un binomio perfecto. La mañana se llenó de risas y momentos divertidos entre las dos. En algunos de los rincones más emblemáticos del barrio sacaron fotos juntas para el recuerdo. A Ángela le costaba entender que esa desconocida le hubiese aportado tanto en apenas unos días». [pág. 138]

También conocerá a Chay, el camarero de un Starbucks, con una vida tranquila y serena.

Ángela, Irune y Chay serán tres personajes que, a poco que los conozcamos, descubriremos que tienen muchos puntos en común. 

En ese viaje a Londres, Ángela descubrirá muchas cosas. No sólo encontrará su lugar en el mundo, sino que la imagen que tenía de su madre cambiará radicalmente, a raíz de un descubrimiento. 


Lena

Viajemos ahora a uno de los campos de concentración más conocidos del nazismo. Hasta allí llega la otra protagonista de esta novela.

«Magdalena Wiesel tenía diecisiete años y viajaba en el tren que llegó a Auschwitz el 23 de febrero de 1944». [pág. 22]

La mayoría de nosotros ya sabemos lo que encontró Magdalena (Lena) cuando llegó al campo de concentración: miseria, hambre, un número tatuado y la muerte, en la mayoría de las ocasiones. Pero Lena es una mujer «testaruda, inteligente, romántica, impulsiva y risueña» y está dispuesta a sobrevivir. Contará con la ayuda de Jonás Golik, «un chico inquieto, divertido, apuesto, generoso», con inmensas ganas de vivir. Jonás y Lena se conocieron en la infancia y, por avatares del destino, coincidirán ahora y se reencontrarán en el campo. Él será asignado al Kommando Kanada, donde se clasificaban y se seleccionaban las pertenencias de los prisioneros llegados a Auschwitz. Ella acabará hacinada con otras mujeres en el barracón 23, donde recibirá consejos de otras prisioneras.

«-No permitas que esta gente te haga creer que no puedes hacer algo. Eso es lo único que nos queda y lo único que nos permite tener esperanza. Aférrate a tus recuerdos, y busca en ellos lo que necesitas para sobrevivir aquí dentro». [pág. 39] 

¿Qué le va a suceder a Lena en Auschwitz? ¿Morirá en la cámara de gas? ¿Logrará huir o sobrevivir? Obviamente, no puedo contarte nada de esto. Sí os diré que le va a tocar convivir con todo el horror que habitaba el campo, con los experimentos, con los abusos o la humillación. Y hasta ahí os puedo contar.

Candem Town y Auschwitz

Polos opuestos. Los escenarios son protagonistas en esta novela y Macarena Zambrana nos va a permitir sumergirnos en dos mundos distintos. Por un lado, el barrio de Candem Town, con sus vecinos peculiares, sus tiendas vintage, sus mercados de comida callejera y ese aire alternativo que impregna sus calles. Ángela pasará las primeras noches en Londres alojada en el hotel Little Family, regentado por Mery, «una mujer regordeta, de unos sesenta y pocos años, con aspecto bonachón, bajita y con unas gafas de pasta roja». Mery es una mujer que inspira confianza, que se convierte en un lugar reconfortante al que acudir, dentro de las paredes de ese coqueto hotel.

En la cara opuesta, el campo de concentración, con el pabellón médico, donde se llevan a cabo terribles experimentos y donde la trata de blanca era uno de los atractivos para los oficiales nazis. La novela nos va a permitir conocer la distribución del campo, las diversas estancias y las tareas a las que cada prisionero era asignado.

Pero no serán los únicos escenarios. Operación Lena nos va a permitir viajar a través de los personajes por ciudades como Varsovia, Madrid o Lisboa. 

Qué me ha gustado de esta novela

Bueno, debéis de saber, porque no lo he dicho hasta ahora pero seguro que os lo vais a imaginar, que ambas historias tendrán un nexo en común. Zambrana articula una trama en la que, de algún modo, el pasado se convierte en presente. De esta manera, la propia vida de Lena terminará por conectar con la de Ángela de la forma más inesperada. Pero el lector podría disfrutar igualmente si cada una de estas tramas fueran independientes una de la otra. Lena y su paso por Auschwitz nos abrirá las puertas al episodio más negro de la historia de la humanidad. Siempre digo que nunca sabremos lo suficiente sobre lo que ocurrió durante la persecución de los judíos y el Holocausto. Operación Lena -y de este nombre os hablaré un poco más adelante- me ha descubierto datos que desconocía. Por ejemplo, nunca había leído que hubiera una facción del nazismo que estuviera en contra de los planes de Hitler. Hasta este momento, para mí, pensar en los nazis era pensar en la ignominia, en la barbarie, en el sinsentido. Sin embargo, no todos los alemanes, no todos los nazis, veían con buenos ojos el horror, la muerte y la destrucción que se sentaba sembrando en el mundo. Operación Lena indaga sobre esta cuestión a través de un par de personajes, algún miembro de la SS del que descubriremos que, al contrario de lo que podríamos pensar, posee cierta dosis de humanidad, un toque de moral y una pizca de conciencia. Pero, ¿por qué Alemania odiaba tanto a los judíos? Si os digo la verdad jamás me había planteado esta pregunta. Pues en esta novela se profundiza sobre este tema y esas páginas (más las venideras) me han resultado muy interesante.

En cuanto a Ángela, ¿quién no se ha sentido perdido alguna vez? Este personaje que, por cercanía temporal, vamos a entender como más parecido a nosotros, no deja de ser una mujer que trata de buscar su lugar en el mundo después de una pérdida. El duelo de Ángela, la necesidad de recuperar el control de su vida y sentirse viva de nuevo no nos va a resultar indiferente. A través de este personaje entenderemos que la vida es una noria, que hoy estamos abajo pero mañana nos puede sorprender y elevarnos a las alturas. Asomarse al resurgir de Ángela, cuál ave fénix, ha sido muy emotivo y entrañable.

Los personajes son humanos. Cada uno de ellos arrastra sus penas y miserias, como lo hacemos cada uno de nosotros. Y, a pesar de ello, también tendrán tiempo para amar y reír. 

Pero lo más interesante de esta novela es que, cuando crees que simplemente se trata de dos historias alejadas en el tiempo con un nexo en común, la trama se complica. Junto a los personajes, el lector tendrá que desenredar una madeja que, por motivos que no voy a explicar, permanece enmarañada, pero también vivirá una aventura que, ahora sí, llevará por nombre Operación Lena. No es ficción. Durante la Segunda Guerra Mundial se llevó a cabo una operación a la que se le puso este nombre. ¿Qué se sabe de esta operación? Podéis encontrar muchos datos en la novela pero, a grandes rasgos, os puedo decir que fue un plan que se trazó para debilitar la posición del Führer en Europa. Y lo que creías una novela sobre casualidades de la vida, se convierte en una historia de espías, contraespionaje, o servicios de inteligencia, incluso con la presencia de personajes reales que te van a sorprender.

Estructura y estilo

Con un total de ochenta y tres capítulos, numerados, titulados y de corta extensión, la primera toma de contacto con esta historia será en primera persona. Lo que siente Ángela en ese primer capítulo, a bordo de un avión, dará pie a una narración en la que se irán mezclando las voces narrativas. Concretamente, cada inicio de capítulo viene narrado en primera persona, como un vehículo directo que trata de aproximarnos aún más a un personaje.

A través de diversos flashbacks la autora nos hace viajar al pasado de algunos personajes, especialmente en el caso de la trama más lejana en el tiempo, para ver cómo era la vida de esos hombres y mujeres que terminaron con sus huesos en Auschwitz. De igual modo, Zambrano acostumbra a saltar de un personaje a otro de forma rápida, casi como si se tratara de diversas secuencias cinematográficas, que nos van a permitir conocer y de manera simultánea la situación que viven todos ellos en un determinado momento.


Con algún toque de intriga y suspense que se enfatiza con el avance de la lectura, una trama mucho más compleja que lo que cabría esperar, en Operación Lena se habla de dolor, de la traición y de la pérdida, pero también de la amistad, el amor y el reencuentro con el pasado. Cierto es que algún diálogo me pareció algo flojo pero debo admitir que Macarena Zambrana articula bien la historia, con un desenlace que resuelve todas las incógnitas.

A mí me gustó y, por tanto, la recomiendo.

[Fuente: Imagen de la cubierta tomada de la web de la editorial]

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jueves, 13 de marzo de 2025

IBON MARTIN: ❝Alma negra es un libro que cierra una tetralogía perfecta y redonda❞

La gripe A me tumbó. La pillé días después de mi encuentro con Ibon Martín en Sevilla y me ha tenido fuera de combate dos semanas y, luego, una semana más con secuelas varias. Todavía me perdura la tos pero, al menos, he dejado de arrastrar mi cuerpo. Por eso esta entrevista ve la luz tan tarde, aunque, como dice el refrán, nunca es tarde si la dicha es buena. Y esta dicha es buenísima.

Ibon llegó a Sevilla una tarde de cielo gris y fina lluvia para promocionar su última novela, Alma negra. Se trata de la cuarta entrega del universo capitaneado por Ane Cestero y su equipo. Vuelve Martín a llevarnos de la mano hacia el País Vasco, para mostrarnos un paisaje abrupto y herido como son los Montes de Hierro, a unos veinte minutos de Bilbao. Se trata de una tierra llena de leyendas y mitos que también tendrán su protagonismo en la novela. Como siempre, el lector se topará de bruces con un cadáver pero esta novela tiene mucho más. Os dejo con nuestra conversación.

Marisa G.- Ibon, un placer tenerte en Sevilla y volverte a ver. Creo que nos vimos con la anterior, con La danza de los tulipanes [En realidad, fue con La hora de las gaviotas]. Con la última no te vi o no coincidimos.

Ibon M.- Con El ladrón de rostros tenía que haber aterrizado en Sevilla pero mi avión no pudo aterrizar por la niebla y se canceló el viaje.

M.G.- Ah. Entonces no pisaste tierra.

I.M.- Pisé tierra pero no tierra sevillana. 

M.G.- Entiendo. Bueno, cuarta y última entrega de la saga de Ane Cestero. Me consta que te ha caído regañina que mucha gente que sigue la saga te lo ha preguntado. ¿Por qué cerrar la saga? ¿Te has cansado del personaje?

I.M.- No, no, no me he cansado y no quiero cansarme tampoco. Mira, soy muy lector y también me gusta mucho consumir series de televisión, y siempre me queda la sensación de que, tanto mis colegas escritores que escriben sagas como las series, pecan de querer estirar demasiado las situaciones y los personajes. No quiero que me pase eso. Desde el primer momento me planteé que, como mucho, haría cuatro novelas e igual menos. Finalmente han sido cuatro y me da mucha pena acabar porque Ane Cestero y Julia tienen todavía recorrido pero creo que es mejor así.

M.G.- A mí me parece un planteamiento inteligente porque es verdad lo que comentas que, a veces, se intentar estirar demasiado el chicle y creo que, al final, el producto que resulta es de peor calidad que aquel del principio.

I.M.- Sin ninguna duda. Es lo que pasa siempre que llega un punto en el que tienes la sensación de que se están repitiendo y yo no quería que me pasara algo así. 

Creo que Alma negra es un buen cierre. Se puede leer de manera independiente aunque es verdad que da respuesta a algunas de las preguntas, a nivel personal, que tenían los lectores de estos personajes. En Alma negra se da respuesta a todas ellas y creo que es el momento de decir ya. Alma negra es un libro que cierra una tetralogía perfecta y redonda. Dejémoslo ahí. Ahora no sé qué vendrá. 

M.G.- Te he escuchado decir que el 1 de marzo te tienes que sentar a escribir.

I.M.- Sí. Me tengo que sentar a escribir porque me gustaría que, como mucho, tener libro nuevo en dos años. Eso supone empezar a escribir y a pensar. No te voy a negar que voy pensando ya. De hecho, mi idea es que, en cuanto tenga un rato libre, aquí por Sevilla, darme un paseo por la orilla del Guadalquivir y pensar. No buscando localizaciones porque lo que sí sé seguro es que la novela nueva estará situada en el País Vasco y será un thriller pero, para mí, la mejor manera de pensar es caminar con una libreta y un boli en la mano. Así es como me surgen todas las historias.

M.G.- Alma negra es el título de esta nueva novela. Nos propones una trama doble. Por un lado, el lector va a ser testigo de la investigación de la muerte de Teresa Echegaray, que es una empresaria que quiere impulsar la reapertura de unas minas de hierro. Por otro lado, vamos a tener un caso mucho más personal que atañe a Julia. Y claro, ese caso de Julia nos lleva acompañando un cierto tiempo. Me refiero a la trama de los bebés robados, de la que se ha escrito y dicho mucho pero tengo la sensación de que todavía hay mucho que desvelar sobre esta cuestión.

I.M.- Sí, bueno, sobre el tema de los bebés robados, creo que conocemos una mínima parte. En el momento en que me puse a documentarme para esta novela sabía que en Bizkaia había existido uno de los puntos importantes de robos de bebés a nivel de toda España pero la cosa iba mucho más allá de lo que yo creía en un principio. Había estamentos muy importantes dentro de esa trama, gente importante del poder social, económico o judicial. No es algo que se quedara en un convento y en un par de ginecólogos que practicaban mal su trabajo, sino que iba bastante más allá. De algún modo quería que todo eso estuviera en Alma negra.


[Si prefieres oír nuestra conversación, clic al video]


M.G.- Y en esta novela también tocas la industria de la minería, la reapertura de una mina. Ahora estamos viendo que muchas minas que estaban cerradas se van a volver a abrir. Un tema polémico porque tiene muchos  pros y muchos contras.

I.M.- Claro que tiene pros y contras. En su día, cuando las minas estuvieron abiertas, generaron dinero, pero fue un dinero que costaba mucho sudor y mucha sangre, porque al final las minas pues traen también contaminación, trabajos precarios, accidentes,... A día de hoy, cuando se pretende reabrir una mina no es tan fácil como en el pasado. Antes llegabas, abrías una mina y nadie venía a enfrentarse pero ahora, ya vemos la contestación que hay en todos los pueblo en los que se quiere reabrir una mina. Hay gente a favor y gente en contra. Es lo que ocurre en los Montes de Hierro, en Bizkaia. El hierro vuelve a ser rentable y se pretende reabrir la mina pero la gente que vive ahí, en esos montes, no quiere volver a oír hablar de la mina. Es un tiempo que dan por cerrado y no lo recuerdan con especial cariño. Así que, en la novela, la promotora de esa reapertura va a morir asesinada. La investigación nos va a llevar de lleno a ese territorio minero y vamos a descubrir todos sus secretos.

M.G.- Entiendo que, tras la muerte de Teresa Echegaray, habrá viejas rencillas.

I.M.- Tras la muerte de Teresa vamos a ver que hay muchos posibles sospechosos y sí, nos vamos a encontrar muchas rencillas, tanto viejas como actuales. Son rencillas que surgen a partir de que alguien de clase alta, y que vive en la margen derecho del Nervión, donde viven los grandes empresarios vascos, pretende reabrir una mina en la margen izquierda que es la parte donde vive la mano de obra. Nos vamos a encontrar esa nueva rencilla pero también rencillas heredadas del pasado que surgieron precisamente por la mala gestión que se hizo de la mina en los últimos tiempos y que llevó a mucha gente de la zona a odiar a los propietarios de la mina.

M.G.- Y como novedad, vamos a tener a una Ane Cestero que ha colgado el hábito. Ha tenido que entregar arma y placa porque está suspendida de empleo y sueldo. Ahora regenta un tostadero de café. ¿Cómo encaja en su nueva situación, alejada del mundo policial? 

I.M.- Ane Cestero es la gran protagonista de la serie. Tenemos también a Julia y a otros personajes con mucha fuerza pero Ane Cestero es la gran protagonista que ha sabido rehacer, en cierto modo, su vida. Ella es una policía vocacional al 100% pero ha tenido un problema con Asuntos Internos por haber disparado a un sospechoso. Eso se ha traducido en una suspensión por eso ha montado un tostadero de café y lo lleva bien pero se da cuenta de que echa de menos su trabajo. 

Julia le va a pedir ayuda para intentar desvelar una serie de preguntas que han surgido en relación a su madre biológica. Julia es una niña roba y Ane, por ayudarla, va a estar a punto de perder la vida. La vamos a ver enfrentándose a una investigación sin ser policía, sin pistola, sin placa y sin ninguna facilidad.

M.G.- ¿Por qué lo del tostadero de café? A una tía así de dura le pegaba más un bar de copas o algo así.

I.M.- Es cierto, pero me gustaba la idea de jugar con eso. En todas las novelas previas hemos visto a Ane consumiendo mucho café. Ella necesita mucha cafeína. Por eso me gustaba la idea. Ane se ha retirado a un pequeño pueblo de interior, entre las montañas, va a vivir con su novio pastor y la vamos a ver tostando café en el garaje. De repente, ha adoptado una vida mucho más monacal de lo que en apariencia le pega. Me gustaba jugar con ese contraste y creo que, en cierto modo, le va bien haber cambiado la costa por la montaña, le va bien haberse echado un novio y estar ahí, tostando café pero bueno, enseguida se lo van a poner difícil.

M.G.-  Pero esto de tostar café... ¿Qué sabías del tema? Habrás tenido que estudiar sobre el tema.

I.M.- Sí, claro. Detrás de una novela siempre hay mucha documentación. Y la documentación. En este caso, he tenido que visitar un tostadero que tengo cerca de casa. Les conté lo que quería hacer y me pasé una mañana allí con ellos, viendo cómo lo hacían y alucinando del olor maravilloso a café tostado y sin tostar. Aprendí todo tipo de terminología para poder llevarla a la novela. 

M.G.- Comentas que Cestero es la gran protagonista de la novela, pero quizá, en este caso, ¿no le cede un poco de protagonismo a Julia? Porque en el caso de la muerte de Echegaray será Julia la que lleve la voz cantante.

I.M.- Es verdad que en esta novela Julia cree muchísimo como personaje. El lector va a empatizar mucho con ella porque va a pasar momentos realmente malos. Vamos a ver a una Julia mucho más vulnerable de lo habitual, padeciendo ataques de ansiedad con los que creo que muchos lectores se van a sentir identificados porque es el pan nuestro de cada día.

M.G.- ¿Y de qué manera va a influir esa faceta personal a la hora de enfrentarse al caso de la investigación criminal?

I.M.-  Es verdad que la vamos a ver muchas veces descentrada, asustada y vulnerable pero creo que lo que más aporta Julia a esta novela es la humanidad. Julia siempre ha sido el personaje más humano de mis novelas pero ahora la vamos a ver mucho más cercana. Vamos a sentir mucha empatía y nos vamos a ver muy identificados con ella.

M.G.- Entre Ane y Julia vamos a ver una relación basada en un término que usamos mucho ahora, la sororidad. ¿El resto del equipo sigue igual de compacto?

I.M.- Sí. Es un equipo envidiable. Tienen muy buen rollo entre ellos pero claro, no todo es perfecto. Les van a poner todo tipo de trabas porque hay policías que se quieren quedar con una investigación tan mediática como la de Teresa Echegaray y están decididos a hacer lo que haga falta para arrebatarles la investigación. Así que, por un lado, vamos a encontrarnos con la unión que existe entre los miembros del a UHI pero, por otro lado, veremos los ataques que sufren desde fuera de la Ertzaintza, que, por desgracia, son situaciones más o menos reales. 

Dentro de la policía, como dentro de cualquiera de nuestros trabajos, muchas veces no son los buenos los que consiguen liderar las comisarías o los equipos, sino que hay gente más experta en hacer la pelota o en venderse bien por los pasillos. Así que, vamos a ver también la realidad de ese mundo.

M.G.- La acción se sitúa en esos Montes de Hierro, en Meatzaldea. ¿Cómo es esa zona que yo no conozco?

I.M.- Es una zona fascinante, un regalo magnífico para un escenario de novela y una visita que, de verdad, recomiendo mucho cuando se vaya al País Vasco. Está muy cerquita de Bilbao, a unos veinte minutos, pero nos alejamos de la ría, subimos a cuatrocientos metros de desnivel y, a partir de ahí, entramos en los Montes de Hierro o en Meatzaldea, que es la palabra en euskera. En realidad, Meatzaldea quiere decir zona minera. Y lo que nos encontramos es un territorio donde había hierro, un terreno totalmente herido por grietas, cicatrices, bocaminas, y todo tipo de artimañas para poder robarle el metal a la tierra. En algunos puntos es bonito, porque algunos pozos que estaban hechos a cielo abierto se han inundado al abandonarse las minas y hoy son lagos que aparentemente los ves y tienen además aguas de color verde y tal. Claro, son verdes por los tóxicos que tienen todavía y desde luego que es un entorno en el que la naturaleza y el daño que le ha hecho el hombre se funden y crean un paisaje inquietante, bello y siniestro al mismo tiempo.

Los pequeños pueblos que hay por allí se levantaron con casas muy humildes, justo para los trabajadores de la mina. Muchos de ellos han caído en el olvido, otros siguen, pero han bajado mucho en población. Es una zona sobre la que flota todo ese pasado minero y hables con quien hables, siempre lo hacen de la mina.

M.G.- Una zona con muchas leyendas. De hecho, el título hace referencia a historias de antaño. ¿Qué o quién es Alma negra? ¿Y quién es la joven que danza?

I.M.- Los Montes de Hierro son muy ricos en leyendas tristes. Es una zona de sudor y sangre y eso se ha trasladado a las leyendas. Por ejemplo, la joven danzante la encontramos en la mina principal de la zona. La cueva de la Magdalena tiene una ermita dentro. Cuando entras te das cuenta de que ahí justo comienzan las galerías mineras porque aprovecharon la propia abertura natural para hacer las galerías de kilómetros. Cuenta que allí se quiso suicidar una joven de nombre Magdalena. No lo consiguió y los padres, agradecidos, mandaron construir la ermita pero, de algún modo, el espíritu de esa joven permanece en ese lugar y aparece de vez en cuando danzando desnuda, haciendo sonar unos cascabeles en la boca de la cueva.  Dicen que quien la ve va a tener muy mala suerte en la vida.

Por otro lado está Alma negra que es una historia más terrible todavía. Es una sima localizada junto a la cueva. Es ahí donde aparece Teresa Echegaray asesinada pero también se cuenta que ahí se suicidó un hombre muy malo, que tenía el corazón de hierro, un millonario que había hecho mucho dinero en América vendiendo esclavos. Por distintos avatares terminó suicidándose allí y cuenta que aquel día, los ríos de la zona manaron sangre y, desde entonces, en los días de niebla, se pueden oír los lamentos de Alma negra deambulando por ahí, en busca de alguien a quien pasarle su maldición. A mí esta leyenda me vino muy bien para la novela porque, en el momento en el que se produce el asesinato de Teresa, se produce una sugestión colectiva enorme. Todo el mundo empezará a hablar del regreso de Alma negra. La gente empezará a pensar que están en peligro y se preguntan quién será el siguiente en morir, a quién le pasará su maldición. 

M.G.- En todos los pueblos o ciudades hay leyendas pero es verdad que en la cornisa cantábrica, en Galicia, Asturias, País Vasco es una zona como plagada de historias. ¿A qué se deberá eso? ¿Por qué tantas leyendas en esa parte de España?

I.M.- Pues yo lo achaco a una cosa que tiene que ver con el clima. Creo que, cuando no teníamos ni televisión ni radio, ni ninguna otra manera de entretenernos en casa, la gentes se sentaba junto al fuego a contar historias, sobre todo si hacía mal tiempo y estaba lloviendo. Eran historias que iban pasando de generación en generación. Por otro lado, nuestro aislamiento geográfico, nuestros bosques, nuestras cuevas, porque tenemos muchas en el norte, han fomentado un cierto miedo a la naturaleza, a lo desconocido. ¿Y qué tipo de historias surgían? Pues historias en las que había algo amenazante ahí fuera. Pero en otras zonas, como puede ser Andalucía, con un clima más favorable, lo que apetecía era sentarse a la fresca a charlar entre vecinos. No eran de casas de puertas para adentro. Hay otros lugares que también son muy ricos en leyendas como los países escandinavos y por lo mismo, porque el clima es muy malo. También es una zona con personajes mitológicos a patadas.

M.G.- Tú eres de los que gusta visitar los escenarios para tus novelas. Pero no es lo mismo irse a Hondarribia y mezclarse con la gente en el Alarde que meterse en esa cueva de la Magdalena. ¿Has tenido que hacer muchas incursiones para ambientarte y documentarte?

I.M.- Las he tenido que hacer, sí. Las he disfrutado y las he temido al mismo tiempo. De hecho, cuando le comenté a mi editora cuál iba a ser el escenario, la llevé a ver la cueva. Entramos allí con linternas y creo que ni ella misma se podía creer que hubiera un escenario tan perfecto, tan idílico para la novela negra, una cueva convertida en una mina. Cuando entras allí empiezas a ver la inmensidad de todo aquello. A la tierra se le arrancaron millones de toneladas de hierro y por eso hay una serie de huecos subterráneos en los que llega a caber varias veces la catedral de Bilbao. O sea, son espacios enormes que no vas a abarcar con tu propia linterna y espacios en los que, si apagas la linterna, no ves absolutamente nada y solo oyes el silencio y las gotas que caen por doquier, incluso algún arroyo que pasa por debajo y que luego sale a la superficie y fue el que se tiñó de rojo cuando murió Alma negra. El lugar es espectacular y realmente invita a pasear por allí, a perderte, aunque es verdad que no te quitas de encima cierto temor.

M.G.- Sí, porque a ver si se te va a aparecer la joven danzando. 

I.M.- U oigo los lamentos de Alma negra. En cualquier caso, cada vez que he ido allí he ido con más de una linterna por si me falla alguna.

M.G.- Hiciste bien. Oye, escuché por casualidad los problemas, entre comillas, que te causó publicar La danza de los tulipanes en Hondarribia.

I.M.- Fue con La hora de las gaviotas.

M.G.- Cierto.

I.M.- ¿Recuerdas que la novela empieza con el asesinato que se lleva a cabo en el momento en el que desfilan las mujeres durante el Alarde, pero el pueblo levanta los plásticos negros para no ver a esas mujeres, para invisibilizarlas? Es un tema del que no quieren oír hablar en el pueblo. Cuanto menos se hable más podrán seguir adelante con su locura, como pasa con el toro de la Vega en Tordesillas. No quieren que haya espectadores porque sin espectadores pueden hacer lo que quieran. Así que no pude ir a presentar la novela allí. Me consta que además hubo librerías del pueblo que retiró la novela. Fue algo bastante desagradable.

M.G.- Imagino. Creo que es la primera vez que escucho que a un autor lo vetan de este modo.

I.M.- No sé si será la primera vez que ocurre. Desde luego, a mí sí es la primera vez que me sucede. Generalmente, la gente de los lugares en los que localizo mis novelas suelen estar muy agradecidas porque es una manera diferente de ver su pueblo. Precisamente, si localizo una historia en los Montes de Hierro es porque, de algún modo, amo esos montes y quiero pasarme un año entero viviendo, aunque sea mentalmente y a través de las letras, en ese lugar. 

M.G.- Pues sí. Y una cosa, creo que ya es una etiqueta acuñada, lo del Euskal Noir, la novela negra de Euskadi. Unos cuantos autores habéis contribuido a que se cree esa etiqueta literaria. Y en ello ha contribuido mucho la orografía, el paisaje de la zona. Todo eso es un plus para estas novelas.

I.M.- Sí. Creo que hay una serie de factores como esa orografía, el paisaje, el clima tan duro, con semanas de lluvia y nieblas matinales, tanto en la zona costera como en el interior, o el aislamiento geográfico porque todo está como al final del mundo. A eso se suma la propia mitología y las leyendas, que te ayudan a generar un trasfondo para los libros, un trasfondo real, que ayuda a enriquecerlos. Al final, todo eso ha permitido que se cree esta corriente que, por suerte, cada vez funciona mejor y no solo dentro de nuestras fronteras, sino también fuera.

M.G.- Sí, porque estás publicando ya en Holanda, ¿no?

I.M.- Sí, en Holanda publico muy bien. Mis libros están traducidos a diez idiomas y también se venden en Latinoamérica. Pero sí, Holanda es un país en el que curiosamente, funcionan muy bien. 

M.G.- ¿Y cómo haces para concentrarte en los bares para escribir? ¿Cómo te alejas de ese ruido ambiente?

I.M.- En cierto modo, me resulta mucho más fácil concentrarme en un lugar con ruido, con el olor al café. Estando solo en casa o en una biblioteca, el silencio me distrae mucho más que el ruido de alrededor.

M.G.- ¿Y siempre escribes en el mismo bar?

I.M.- No, no siempre. Voy moviéndome de un lado para otro y, de hecho, me gusta mucho acercarme a los escenarios y escribir en los bares de los propios escenarios. Por ejemplo, para mí escribir en alguno de los bares de la Arboleda, del pueblo principal de los Montes de Hierro, ha sido una maravilla, porque allí mismo estás dentro del escenario, puedes escuchar conversaciones que tiene la gente  y, de vez en cuando, te paras y hablas con ellos.

M.G.- Está bien así.

El otro día entré en tu página web. No había entrado nunca y me encontré con información sobre tus novelas. Descubrí que tenías una novela histórica. Ahora que vas a empezar un nuevo reto, no sé si se te puede colar otra novela histórica.

I.M.- Ha sido una de las decisiones que he tenido que tomar y me ha costado, porque sí me apetece afrontar algún día otra novela histórica. Disfruté mucho escribiendo aquello y además tuvo tirón. Es una novela que ha funcionado muy bien. Pero, ahora mismo, me llama todavía más la novela negra y, por lo menos, seguro que haré una novela negra más o más de una, no lo sé todavía. Será negra, se ubicará en Euskadi y, a  partir de ahí, no sé mucho más. 

M.G.- Bueno, pues nos veremos dentro de dos años, quizá, cuando vengas por aquí. Pero no quiero cerrar esta entrevista sin preguntarte si te gustó el Vodka rosa. [En una presentación de la novela en la que compartió escenario con Mikel Santiago, este le regaló una botella de vodka rosa porque es lo que suele beber Ane Cestero]

I.M.- Bueno [se ríe]

M.G.- Las cosas de Mikel.

I.M.- Las cosas de Mikel, sí. Es maravilloso. De repente, se presenta y te viene con una botella de vodka rosa, en recuerdo de aquel cruce de caminos que hicimos. Eso demuestra el buen rollo y la amistad que tenemos. Y esto no solo ocurre con Mikel Santiago, sino también con María Oruña o con otros autores de novela de suspense. Al final, creo que comprendemos que no somos competencia sino que somos compañeros. El lector no lee un único libro y ya no lee más. El lector necesita que le den diferentes libros, incluso del mismo género. En cierto modo, unos alimentamos a los otros.

M.G.- Pues lo dejamos aquí, Ibon. Muchas gracias por atenderme. Un placer tenerte en Sevilla, leerte y que nos descubras el País Vasco porque nos descubres lugares con tus novelas y nos dan ganas de viajar.

I.M.- De eso se trata. Muchas gracias.

Sinopsis: BAJO LA NIEBLA BLANCA SE OCULTA UN ALMA NEGRA

Aunque hace décadas que las minas enmudecieron en los Montes de Hierro, en la quietud de la noche aún pueden oírse los lamentos desesperados de las almas que quedaron sepultadas en su vientre de roca. La aparición del cadáver de Teresa Echegaray, la poderosa mujer que pretende reabrir la explotación, despierta entre los habitantes de la cuenca minera el miedo a las leyendas dormidas y reaviva el rencor acumulado durante largos años.

La investigación del asesinato se ve lastrada por un acontecimiento que sacude la vida de Julia. Cuando parece que al fin ha llegado la hora de cicatrizar una dolorosa herida de su pasado, no encuentra la respuesta que busca, sino nuevas preguntas y una misión para Ane Cestero quien, despojada de su uniforme y su placa, tendrá que resolver el rompecabezas armada únicamente con su instinto. Juntas se enfrentarán al caso más complicado de su carrera.

El rey del thriller atmosférico nos traslada a su escenario más extremo: la zona minera de Bizkaia. Un territorio donde las ruinas del pasado industrial han sido reconquistadas por la naturaleza dando lugar a un paisaje de belleza inquietante y sobrecogedora.

jueves, 13 de febrero de 2025

ALEJANDRO PALOMAS: ❝Las madres son esos espejos en los que proyectamos nuestra personalidad❞

Alejandro Palomas y Amalia. Somos muchos los lectores que nos hemos asomado a ese binomio, a ese universo que nos envuelve y nos lleva a un lugar donde el amor, la bondad y la ternura son los sentimientos predominantes. La historia de amor entre Amalia y los lectores se inició hace unos cuantos años, cuando Palomas publicó Una madre. Fue entonces cuando conocimos a una mujer extraordinaria, a una madre que, lo he dicho muchas veces, se ha convertido en la madre de todos nosotros. Amalia vuelve ahora para despedirse. O quizás no. Como Alejandro Palomas dice en esta entrevista no va a decirle adiós nunca pero sólo el tiempo nos descubrirá si habrá un retorno tal y como la conocemos hoy, en formato novela. Lo que sí está claro es que en mayo volveremos a ver a Amalia como personaje de cómic y más adelante también como actriz de teatro. Todo eso y más me contó Alejandro hace unos días, durante el transcurso de una entrevista en la que no tuvimos ni una sola interrupción (cosa extraña). En aquella sala de hotel sólo se escuchaban nuestras voces y dentro de nuestras cabezas, la de Amalia. 

Os dejo con la entrevista.


Marisa G.- Alejandro, un placer tenerte en Sevilla, volverte a ver otra vez desde que en 2022 estuvieras por aquí con Esto no se dice. Han pasado unos años ya. Si te miras por dentro, ¿cómo te ves?

Alejandro P.- Pues estoy mayor.

M.G.- ¿Te sientes mayor? ¿Crees que has envejecido mucho en poco tiempo?

A.P.-  Sí. Sí, creo que me he hecho mayor. No sé cómo explicarlo de otra manera. Hay algunas cosas por las que ya no voy a pasar, cosas que ya no se van a repetir. No sé, siento que me he hecho mayor. ¿Sabes?

M.G.- Es la sensación que tienes y cada uno tiene la suya propia.

Bueno, Alejandro me ha llamado la atención la publicación de Una vida porque recientemente también has publicado El día que mi hermana quiso volar. Casi se solapan porque una es de octubre y la otra de ahora, de enero. ¿Por qué dejar tan poco margen de tiempo entre una y otra?

A.P.- A ver, son sellos distintos, editoriales distintas y grupos distintos. Me he llevado mucho tiempo sin publicar, para lo que yo soy. Me refiero a ficción porque Esto no se dice no era ficción, sino un testimonio. Con lo cual, llevaba como cuatro años y medio sin publicar, pero eso no quiere decir que no haya escrito. Y ese era el problema. Tengo obra creada porque no paro de crear y tenía que empezar a colocar cosas. De hecho, en mayo saco un cómic.

M.G.- Un cómic que está muy vinculado con Amalia.

A.P.- Exactamente. Ha tenido que ser así porque vienen cosas.

M.G.- Hay que ir evacuando.

A.P.- Sí, dando salida. La excusa es que, en este caso, uno es juvenil y el otro adulto y, supuestamente, no se molestan.

M.G.- Pues en Una vida, el lector va a encontrarse con Amalia de nuevo y con sus hijos. Van a sufrir porque tienen que enfrentarse a la enfermedad de Amalia y a sus consecuencias. Desde que salió el libro, te han preguntado muchas veces si este es el fin de Amalia, si no la vamos a ver más en novela. Tú siempre has respondido que nunca se sabe pero Alejandro, independientemente de que volvamos a verla o no, ¿esta novela supone cerrar heridas y dejar atrás el duelo?

A.P.- No lo sé. Creo que voy a seguir con el duelo hasta que me muera. No voy a dejar el duelo por mi madre o por Amalia, por ninguna de las dos. He tenido la suerte, y es algo que veo ahora, de que he tenidos dos madres o una madre desdoblada. La mía la perdí en vida pero no la perdí del todo porque precisamente creo que, viéndolo ahora después de todo lo que ha pasado, creé a Amalia para no sufrir una orfandad del 100%. Con lo cual esta otra, Amalia, esta otra madre, no voy a dejar de trabajar nunca con ella. No va a desaparecer nunca.

M.G.- De una madre nunca se despide uno, aunque ella ya no esté, pero los autores también sufrís un cierto duelo al despedir a un personaje. Especialmente en este caso, que te ha acompañado durante tantos años.

A.P.- Sí, pero no me voy a despedir de ellos. Ya he decidido que no. No se van. Para mí es innecesario que se vayan. Lo paso tan bien con ellos, me divierto tanto,... Mientras los sigan queriendo ahí fuera, voy a seguir trabajando con ellos.

M.G.- Antes de iniciar esta entrevista, te he dicho que esta novela me lo está haciendo pasar muy bien pero también lo estoy pasando regular, en algún momento. Yo también pasé la enfermedad de mi madre y siento mucha empatía con los personajes. ¿Qué emociones te atravesaron a lo largo de la escritura?

A.P.- No me ha sido difícil. No me ha costado escribirla porque escribirla era como volver a tener, volver a estar, y eso para mí era superbonito. De hecho, ha sido la novela con la que más he tardado, con la que más he estado trabajando porque no quería dejarla. Ha sido superbonito estar con ellos. Es la novela que más emociones me ha generado y creo que además eso se transmite, se nota que estoy muy presente. 


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M.G.- Los que conocemos a Amalia, sabemos que es una mujer muy excéntrica, hiperactiva, traviesa, revoltosa, en su mundo, tozuda, alocada, anti-sistema, como se dice en la novela. Pero también tierna y bondadosa. Todos estos adjetivos que aplicamos a Amalia, ¿también se podrían aplicar a tu madre?

A.P.- Sí.Todos. No había ni uno que no fuera ella. No he tenido que añadir ni quitar nada. Era así.

M.G.- ¿Y siempre fue así? ¿Fue Amalia así, desde la primera novela? ¿Fue tu madre así a lo largo de toda su vida o hubo evolución?

A.P.- Hubo una evolución a partir de que ella se convirtió en Amalia. Es decir, a partir de que ella, a los 65 años, se divorció y se quedó sola. Desde el momento en que se quedó impar, descubrimos que mi madre era así. A partir de ahí pudo ser lo que ella era. Se descubrió así y la descubrimos así. Antes estaba muy solapada por la sombra de mi padre, con lo cual no sabíamos... Bueno, sabíamos pero no fue ella.

M.G.- No se dejaba ser ella misma.

A.P.- No, no fue ella del todo. Lo fue una vez que se convirtió en una mujer sola. 

M.G.- Se liberó. Pues a mí me gusta mucho Amalia. Ella te puede sorprender en cualquier momento. Se repite mucho en el libro la frase: No digas burradas. Pero, dentro de su absurdo, Amalia tiene un pensamiento muy coherente. Me he reído mucho con sus ocurrencias. Por ejemplo, hay un momento que ella dice que Fer no odia a nadie porque toma Lexatín. Y tú te quedas pensando qué tendrá que ver una cosa con otra pero claro, si te paras un poco y reflexionas, es que tiene toda la lógica. No se puede odiar si eres feliz con el Lexatín. Es decir, hay mucha coherencia dentro de ese absurdo.

A.P.- Es que es muy coherente. Por eso llega tanto, porque inconscientemente a ti no te rechina nada, porque en el fondo te das cuenta de que es así, que es muy lógico lo que dice.

M.G.- Tiene un pensamiento mucho más nítido que el resto de la humanidad.

A.P.- Exactamente. Es como más infantil, pero eso no quiere decir que no sea acertada. Es más pura a la hora de expresar. Es como que ha limpiado las frases de muchas cosas. Como no juzga... Ella piensa que claro, al tomar Lexatín, pues está en paz consigo mismo, con lo cual, no odia a nadie como me pasa a mío como le pasa a todo el mundo.

M.G.- Y es imposible enfadarse con ella. 

A.P.- Imposible porque ella, con esa mirada que tiene sobre el mundo y sobre ellos, pues desarma todo lo que mira. Hay tanta bondad y tanta candidez en lo que hace que es imposible enfadarse con ella, porque enfadarse con ella está mal, incluso habla mal de ti.

M.G.- Te escuché decir en una entrevista que, tras la muerte de tu madre, nunca te sentiste vacío, sino lleno. Es la misma sensación que yo tuve. Uno piensa que, cuando tu padre o tu madre se van, te vas a quedar hueco, que te va a comer esa orfandad, tan relacionada con la ausencia y el vacío. Sin embargo, tú te sentiste pleno y a mí me pasó exactamente igual.

A.P.- Sí, y es raro. Cuando lo cuentas suena extraño y tienes que explicarlo muy bien. Cuando mi madre murió fue como si me traspasara su energía de alguna manera, como si yo sumara su energía a mi vida. Y sigo sintiendo esa energía, que navega conmigo. Soy más cosas de las que era antes de que ella se fuera. Incluso es una cosa física. Soy de otra manera. 

M.G.- Pero a Fer, el hijo de Amalia, cuando ve que se acerca el final de su madre siente miedo. Es un sentimiento muy humano y que todos experimentamos. Miedo a no saber qué vas a hacer con su vida, si vas a ser capaz de continuar. Antes de fallecer tu madre, ¿sentías eso también? ¿Pensabas que no ibas a ser capaz de levantarte por la mañana y de ponerte a escribir?

A.P.- Llegué a dudar de que pudiera vivir tras la muerte de mi madre. No me veía capaz de seguir adelante. No entendía. De hecho, mi cabeza todavía no entiende que mi madre ya no esté. No entiendo muy bien que no aparezca nunca.

M.G.- No la ves pero sí la sientes. Eso es lo que te hace seguir adelante.

A.P.- Claro. A ver, es que uno es más fuerte de lo que cree. Somos mucho más fuertes de lo que creemos, mucho más resiliente y más resistentes. Normalmente, cuando imaginamos situaciones, las imaginamos mucho más catastróficas de lo que son realmente. Una cosa es la imaginación, que crea monstruos, y otra cosa es la experiencia. Lo bueno de tener una imaginación que crea monstruos es que cuando has creado al monstruo y llega la experiencia y dices: «¡Ah! ¿Era esto solamente? ¡Con lo que yo había imaginado! Bueno, pues si solo es el 30%, pues mira qué bien». Y vives en un constante alivio, porque tu imaginación siempre está creando cosas terribles. Pero sí, yo tenía este terror a cómo iba a ser la vida sin ella. Está claro que hay la vida con una madre y la vida sin una madre. O un padre o una madre. Hay una vida sin, que es la segunda parte de nuestra vida. Y ahí tenemos que aprender a navegar como sea. Como podamos. Cada uno lo hace como puede. Pero yo creía que no iba a ser capaz.

M.G.- Fer, Silvia, Emma... Cada uno de ellos tiene una relación muy distinta con Amalia. Está el que la consiente, el que controla, el que está en una posición intermedia... Es decir, cada hijo tiene una relación diferente con la madre, como nos pasa a todos.

A.P.- Claro, como nos pasa a todos. Lo bueno de esta familia, de estos hermanos, es que son tres y nos dan tres puntos de vista muy claros. Está la cuidadora, porque Emma es muy cuidadora e intenta que siempre esté todo bien. Luego está el conspirador, el que conspira mucho con su madre y juega mucho con la vida. Y también está la otra, la vigilante, la estricta, la que no puede con el desorden. Son arquetipos tan repetidos pero tan reales... Es que entras a una cafetería y escuchas a una madre hablar con sus hijos y sabes que este es este y aquel es el otro, porque se repiten. Somos así. Proyectamos sobre ella nuestra personalidad. Las madres son esos espejos en los que proyectamos nuestra personalidad. 

M.G.- Silvia es la controladora y yo vengo a romper una lanza en su favor. Porque yo soy Silvia. Fui Silvia con mis padres. Yo sabía a qué hora les tocaban las pastillas a mis padres, cuando había que ir al médico, qué había que comprar en la farmacia,... Sé que somos muy cansinas pero lo único que queremos es ayudar.

A.P.- Sí te digo que, si no hubiera Silvias, todos estos tránsitos serían muy difíciles porque, aunque parece que son muy pesadas, todo estaría muy descompensado sin ellas. Al resto, nos ayudan mucho las Silvias. Son difíciles de soportar pero, a la vez, nos ayudan mucho porque hacen un trabajo que nosotros ni sabemos hacer ni queremos hacer. Es el trabajo peor pagado porque además sufren mucho y sufren de una manera muy incómoda. Es incluso incómoda para ellas porque se dan cuenta, pero muy necesarias para que el equilibrio exista.

M.G.- Alejandro, en la novela coincide, aunque no sé si en la vida real también, el deterioro de Amalia con el deterioro de Rulfo, el perro de Fer. A la vez que Amalia enferma más, Rulfo cada vez está más delicado. Es como si la vida le dijera que si quiere arroz, ahí van dos tazas.

A.P.- Es un aprendizaje exprés. Hay tránsitos en la vida en la que no pasa nada, en la que todo está bien, en la que flotas... Y, de repente, un día empiezan a caer fichas de dominó y caen tres a la vez. Y te preguntas que cómo puede ser eso, que por qué te pasa todo a ti. Y no es que te pase todo. Es que, de repente, coinciden dos cosas, dos duelos muy grandes.

En la vida real no fue como se cuenta en la novela. La muerte de mi madre y de Rulfo fue más espaciada en el tiempo pero yo lo recuerdo como si todo hubiera ocurrido a la vez. Curiosamente, el recuerdo hace esas maniobras. Recuerdo los dos duelos juntos porque son los dos duelos que más me han marcado. Para Fer, igual. Uno es el alter ego del otro en el tema del duelo. ´

M.G.- Los perros, tanto Rulfo como Shirley, que es la perrita de Amalia, son hiperintuitivos, muy inteligentes. Saben que algo ocurre a su alrededor.

A.P.- Sí, eso lo he vivido yo.

M.G.- Y yo. Ellos saben que algo malo está ocurriendo. Se arriman al que está sufriendo.

A.P.- En el caso de Shirley, al principio, ella decide apartarse de Amalia porque esa no es su Amalia, no es su madre. Ella se niega al duelo pero cuando percibe que ha llegado el momento real y animal de doler, entonces es cuando ella se pone a su lado y necesita protegerla. Eso para mí es algo brutal que yo viví. Con la perrita de mi madre nos preguntábamos que por qué no quería estar en la habitación. Flipábamos e incluso, a veces, yo me enfadaba. Pero el día que la vi entrar y ponerse encima de mi madre, me dije: ¡Qué bestias son!

M.G.- Es que son tremendos. Muy intuitivos.

Bueno, Mauro es otro personaje importante en la novela, un pilar importante para Amalia, lo más parecido a un compañero o a un amigo verdadero. Yo lo veo como un rey mago.

A.P.- Totalmente.

M.G.- No sé si Mauro existió en la realidad o es fruto de la ficción. Si es solamente fruto de la ficción, a mí me encantaría que hubiera mucha gente como Mauro y me encantaría conocerlas.

A.P.- A mí también. Mauro no existió en la realidad, es ficción, pero sí conocí a un Mauro pero ese Mauro no es el de esta historia.

M.G.- No conectado con esta historia.

A.P.- No. Este tipo de personas son muy necesarias en la vida de las personas y por eso lo añadí a esta novela porque creo que, además, desmontan muchos prejuicios. En un principio, por la diferencia de edad, tú lo ves llegar y empiezas a pensar que se va a aprovechar. Estás todo el rato pensando eso hasta que luego te das cuenta de que es prejuicio tuyo. Me encanta hacer esto con la ficción para que te des cuenta de lo prejuicioso que eres con las cosas.

M.G.- Tocas un tema que me parece muy necesario, hay que sacarlo a relucir porque, desde un punto de vista literario sí se ha tratado pero, desde un punto de vista social, a mi juicio, es una asignatura pendiente. Me refiero a la labor del cuidador, en ese momento en el que los hijos se convierten en padres de los padres. De eso se habla muy poco y se pasa muy mal como cuidador.

A.P.- Se habla nada, no se toca, como tantos otros temas, y se pasa muy mal porque no estamos preparados. Nadie nos dice que va a llegar un momento en el que va a ocurrir esto. Pensamos que eso le ocurre a los demás y a que a nosotros no nos va a ocurrir nunca. Lo vemos en nuestros padres con sus padres pero pensamos que eso les ocurre porque ellos son mayores y a que a nosotros, eso no nos va a ocurrir. Pero llega y tenemos padres que se vuelven dependientes y que nos piden cuidados. Y no estamos preparados para eso, ni mental, ni física, ni emocionalmente. Y no hay nada más cansado que cuidar de alguien a quien quieres. Es lo más cansado del mundo. Terminamos todos agotados y no hay nadie, no hay ningún lugar al que acudir. Y además, crees que te está pasando solo a ti, que nadie más te va a entender y que no te puedes quejar porque forma parte de la estructura que hay que cumplir. Y es terrible, la soledad del cuidador es algo terrible.

M.G.- Es agotador psicológicamente.

A.P.- Es terrible, terrible. Yo recuerdo terminar el turno de estar con mi madre, volver a mi casa, tirarme en la cama y pensar que acabe esto ya porque ya no podía más. Era tan cansado... Entre lo que sufres, la pena que tienes, que te toca estar improvisando todo el rato porque hay muchas cosas que desconoces... Entre cambiar, lavar, ejercitar,... Es una tensión horrible. Nunca me he cansado tanto.

M.G.- Te digo que he empatizado mucho con los personajes porque, en mi caso, la cosa se multiplicaba por tres. Tenía un padre, una madre y una hermana con discapacidad. Tres dependientes. Muchos días salía llorando de casa de mis padres.

A.P.- Yo también. ¿Y cómo hacías?

M.G.- Como pudimos. Era un caos. Arreglabas una cosa y se desarreglaba otra.

A.P.- Eso nos pasaba a nosotros también. Siempre tenías la sensación de que no llegas. Todo era muy precario. 

M.G.- Todo lo que haces es nada en comparación con todo lo que tenías que hacer.

A.P.- Exactamente.

M.G.- Había que tomar decisiones, como vemos en la novela, decisiones sobre la salud de los padres. Te asaltan muchas duchas. No saber por dónde salir. Los hijos se sienten mal por aquella vez que les gritaron a los padres. Llega la culpa, el arrepentimiento, el remordimiento,... Otro lastre más en esta situación.

A.P.- Lo de la culpa es terrible. Ves la dependencia de alguien a quien quieres mucho, ves que ya no es quién era, tienes mucha rabia, pero contra la vida, porque te está arrebatando a alguien a quien quieres mucho. Y encima lo que haces es verter la rabia, justamente hacérselo pagar a quien no deberías hacérselo pagar, porque estás cansado, porque estás estresado, porque estás triste. Pero esa persona es el objeto de todo esto, es quien provoca todo esto y, de forma inconsciente, le gritas y la tratas mal. Y luego te sientes tan culpable que es peor. Es una situación muy complicada. Emocionalmente es lo más complicado que he vivido.

M.G- ¿Y enfrentarte a la desnude de tu padre o de tu madre?

A.P.-Ay,... Eso es otra cosa. ¡Uf!

M.G.- Por ahí hemos pasado los que hemos ejercido el papel de cuidador. Esto no lo entiende el que no ha pasado por esa situación.

A.P.- Exactamente. En mi inocencia, nunca imaginé que me iba a tocar tratar con esa intimidad física para la que nadie está preparado. Por favor, que nunca me toque volver a pasar por eso. Dame toda la carga psicológica que quieras pero la física fue terrible para mí. Además es que sientes que estás violentando, que estás entrando en un territorio sagrado y que estás traspasando una frontera. Para mí era horrible.

M.G.- Pero no solo para el hijo o la hija. Cuando le tenía que hacer ciertas cosas a mi padre, pensaba que él, a su vez, estaría pensando que yo lo estaba tocando.

A.P.- ¡Eso! Lo viví muy mal, muy mal. Mis hermanas también pero no tanto, porque parece que, entre mujeres, es distinto. No sé si lo hubiera vivido de forma distinta si fuera mujer. Pero a mí, lo de limpiar a mi madre, lo de bañarla,.. 

M.G.- Se pasa muy mal, sí.

Alejandro, ¿el sentimiento de orfandad nos devuelve al niño que fuimos?

A.P.- Sí, porque nos hace vernos muy pequeñitos, muy pequeños en el mundo, muy solos en el mundo, como cuando eres pequeñito y no tienes recursos. Te dejan en la cuna, en la cama, y no quieres estar solo. ¿Dónde van los adultos cuando se van? ¿A dónde van cuando cierran la puerta de mi habitación? ¿Qué hay ahí afuera? Vuelves un poco a cuando no querías que te dejaran solo. No quieres estar solo. El mundo no está hecho para un niño solo.

M.G.- La novela está dedicada al Santuario Gaia, un espacio que existe de verdad y que tiene su protagonismo en la novela. He buscado información en Internet ¿Qué es realmente este lugar y cómo llegas a conocerlo?

A.P.- Lo conocí hace muchos años, por el año 2000. Lo conocí a través de las redes. Desde entonces, he estado en contacto con ellos. Mi madre era muy fan de estos dos [se refiere a Coque y a Ismael, las personas que regentan el santuario]. Ella era muy fan de todo lo que pasaba allí. Siempre tuvo la fantasía de ir pero se nos pasó el tiempo y no la llevamos. En la novela, Amalia sí visita el santuario y ha sido como cerrar una herida. Mi madre no pudo visitar el santuario pues, por lo menos, que lo visite Amalia y que ella disfrute lo que mi madre hubiera disfrutado.

M.G.- Es un gesto bonito. Y cambias el nombre de tu madre, de tus hermanas, de ti mismo, de la perrita de tu madre, pero no así el de Rulfo, el de Coque, o de Ismael. Eso me llamó la atención. ¿Por qué unos nombres sí y otros no?

A.P.- No sabía cómo llamar a Coque y a Ismael en la novela. Además, quería hacer justicia a la realidad con ellos porque Coque, por ejemplo, es muy fan de Amalia. Pensé que quería dejar escrito lo importante que él ha sido para mi madre y que se sepa. Quiero que él sea parte de este mundo, pero como en tiempo real. Quiero que la gente busque este santuario, que sepa que existe, que sepa un poco cómo es, que sepa cómo es ese lugar que ella miraba tanto, y que puedan participar.

M.G.- La página es muy interesante. Hay fotografías de todos esos animalillos que tienen. Te puede hacer voluntario y hacer donaciones muy económicas.

A.P.- Es un sitio muy bonito y lo hacen tan bien. He ido un par de veces y es un lugar maravilloso. Tienen una vaca que se llama Amalia. Era ciega pero luego recuperó la vida. Mi madre, por supuesto, estaba enamorada de la vaca Amalia.

M.G.- Esa Amalia que quiere llevarse a todos los animales a su casa porque los animales y las plantas son muy importantes en tu vida y en la novela.

A.P.- Ella era así. Mi madre era así. Llegabas a su casa y nunca sabías lo que te ibas a encontrar, a quién había recogido, porque recogía todo lo que encontraba. Teníamos un problema y había que estar siempre como controlándola mucho. Te podías encontrar que estaba merendando con alguien que no procedía. En la vida real lo pasábamos muy mal pero claro, luego lo ficcionas, y utilizas eso para dar una cara amable y divertida. Pero muchas veces no era tan divertido en la vida real porque metía una gata que paría en la casa y nos preguntábamos cómo había conseguido meterla en casa. Ella encontraba los sistemas más... Nunca había una semana de tranquilidad.

M.G.- Al menos, en la novela, sí te puedes permitir tomarte estas cosas con humor porque el humor está muy presente, a través de ella.

A.P.- Sin humor no habría podido sobrevivir en mi vida. No puedo escribir solo drama. No me sale. Tengo que compaginar el drama, con el humor, la vis cómica,... Y ella no es cómica. Ella no es consciente de que es graciosa, de lo que provoca en los demás. Es que ella es así. No es que intente hacer reír a nadie, no. Es así. Nosotros nos reímos pero, a su lado, la gente no se ríe mucho. La gente se desespera. Nosotros nos reímos de la desesperación de los demás y de que tiene un mundo muy peculiar, una mirada muy sana sobre la vida, o muy coherente, como tú dices. Pero estar a su lado, no siempre era cómodo.

M.G.- Te decía antes que me sentía muy unida a ti en este sentimiento de orfandad que los dos tenemos, porque es verdad que podemos tener vidas muy diferentes, pero la muerte, el dolor y la pérdida nos iguala a todos.

A.P.- A todos. Estamos todos hechos de lo mismo. No hay más. Somos eso y no hay más. Tenemos que pasar por las mismas cosas, todos. Nacer y morir. Y entre una cosa y la otra, los duelos, los encuentros, los reencuentros, los abandonos,... Está todo ahí. El abecedario con el que jugamos, las letras son todas las mismas. Y las combinaciones, casi tan bien. Lo que depende es nuestra capacidad de adaptarnos a lo que la vida nos ofrece. Eso es lo que nos diferencia los unos de los otros.

M.G.- Has comentado antes que en mayo hay un cómic y creo que te he oído decir que también ya obra de teatro programada.

A.P.- Sí.

M.G.- Pero no son adaptaciones de la novela. Entiendo que le vas a dar más vida en formato cómic y en formato teatro.

A.P.- En formato cómic, va a ser una serie. Va a ser un poco como lo que pasó con 7 vidas y Aida. La prota es Amalia. De hecho, se titula Amalia, memorias de una madre incontrolable. Estarán todos los personajes pero será la vida cotidiana de ella. La vamos a ver en todo su esplendor, yendo al mercado,..

M.G.- El día a día.

A.P.- Sí, pero con sus locuras y con sus relaciones. Además engaña a los hijos,.. Bueno, esas cosas que ella hacía. Y la obra de teatro es sobre Una madre. Es la adaptación. Probablemente habrá cosas distintas e introduciremos elementos nuevos.

M.G.- ¿Y habrá tour por España? Porque espero que vengáis aquí.

A.P.- Sí. A mí lo que me gustaría es hacer en teatro lo mismo que he hecho en la ficción. Es decir, hacer Una madre un año, al año siguiente Un perro, al año siguiente Un amor, y al año siguiente Una vida. Todo con los mismos protas. Esa es la idea. Aunque con tener Una madre ya me conformo. Luego ya veremos porque imagínate que no funciona. Pero si funciona bien, puede que se haga.

M.G.- Yo esperaré a ver esa obra en Sevilla.

A.P.- Yo también. Me gustaría.

M.G.- Como última pregunta, he visto que vas a hacer un retiro literario en una localidad de Burgos, del 7 al 9 de marzo. He estado mirando a ver si me apuntaba.

A.P.- Hay otro en Cádiz.

M.G.- ¿Qué me dices? ¿Cuándo?

A.P.- A finales de marzo. La gente que lo hace son LibrArte. Es un sitio tan bonito. Es como un monasterio muy bonito. Ese te queda cerca y es un sitio espectacular. 

M.G.- Pues lo intentaré mirar. Burgos es que me queda un poco lejos. Pero era chulísimo. Dos días y medio.

A.P.- Este es igual pero en el de Cádiz, la noche del sábado hacemos un monólogo poético. En el otro es lectura, silencio, conversar sobre la lectura. 

M.G.- Pues lo miraré por ver si me encaja y me pudiera apuntar.

Alejandro, lo dejamos aquí. Un placer tenerte en Sevilla, leerte, volver a hablar contigo. Esta misma tarde termino de leer la novela porque me queda nada. 

A.P.- Te va a sorprender el final.

M.G.- ¿Tú crees?

A.P.- Sí.

M.G.- Ay, me da un poco de... porque sé lo que va a ocurrir...

A.P.- No. Te va a sorprender. A ver, lo que va a ocurrir, va a ocurrir. Pero no sólo eso.

M.G.- Me dejas ahí con la incertidumbre y con la duda. Bueno, pues esta  noche...

A.P.- Es que yo no podría hacer un final tú prevés y que... Ocurre, pero no... O sea, te vas a desviar a un lugar.

M.G.- Bueno, pues cuando lo termine de leer, te cuento qué me pareció. Muchas gracias, Alejandro.

A.P.- Gracias a ti.

Sinopsis:VUELVE AMALIA. VUELVE UNA MADRE. El cierre de un universo que ha conquistado a más de 150.000 lectores.

¿Cuánto sabe una madre? ¿Cuánto calla, cuánto dice, cuánto miente? Mientras las madres viven, los hijos somos hijos por encima de todo: más hijos que hermanos, más que maridos, más que padres. Colgamos de nuestras madres como el escalador de su mosquetón, no importa la edad, no importa la distancia. Si hasta su muerte mandan sus genes, después de su muerte manda la ausencia. «Si mamá me viera…», «Mamá se estará riendo, seguro», «¿Qué pensaría mamá de esto?». Hablamos con ellas cuando nadie nos mira, porque sabemos que están, aunque no las veamos. Sabemos que son eternas.

La tarde en que Fer, Emma y Silvia llevan a urgencias a su madre, aquejada de lo que parece una leve infección, no imaginan que la vida ha dispuesto para ellos un escenario totalmente inesperado. Al salir del hospital después del breve ingreso, el paisaje familiar es otro: los tres hermanos se convierten a la fuerza en hijos y cuidadores mientras se preparan para la posible orfandad que quizá vaya a dejar tras de sí un ser tan excéntrico e insustituible como Amalia.

Con su excelente prosa emocional, Alejandro Palomas cierra a lo grande el universo narrativo que inició con Una madre y que continuó con Un perro y Un amor, y que vuelve a mostrarnos con un texto intenso, vibrante y lleno de vida en su mejor versión.

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